jueves, 28 de julio de 2011

Relato I [parte 1/3]

Clown




Emilia Burdock se dejó caer sobre su cama en un ático de Valencia que compartía con Aristoteles, aquel gato enorme y gordo que tenia como única compañia. Tiró las bolsas y se quitó los zapatones de payaso que cayeron al suelo como dos bombas.
Se enderezó, y sintió un agudo dolor en la espalda que la obligó sentarse.
Aquella habitación era un enorme cubículo de ladrillo sin pintar, solo un ventanal dejaba entrar la luz del exterior que formaba un semicírculo en el suelo.
Poco a poco las calles empezaron a teñirse de una tonalidad naranja, y encendieron las farolas cuya luz protegía a los incautos que por una u otra razón se atrevían a caminar de noche.
Emilia consiguió levantarse, necesitaba comer así que fue a la cocina con la esperanza de que el azar le hiciera encontrar algo comestible.
Palpó los restos de pegamento y tempera de su ropa, esta vez no tenía arreglo, debería comprar uno nuevo.  -Pequeños salvajes...-Susurró malhumorada. Abrió el grifo y humedeció su rostro, el contacto con el líquido la hizo despertar. El maquillaje desapareció y la pila se llenó de un liquido negro que poco a poco se llevó el desagüe.

Abrió el armarito de las tazas y eligió la suya, recordando aquellas suculentas manzanillas después de los atracones de pasteles.
Calentó agua y añadió una bolsita que acompañó con media docena de pastas variadas.
Se sentó en la mesa del comedor, contemplando la entrada. Mirando al suelo recordó momentos muy lejanos, y tristes. Algunas heridas nunca se cierran, no importa el tiempo que pase.

Recordaba la última vez que vio a su madre. Había vuelto a España con la intención de visitar a su desaparecida hija, o eso decía ella. Emilia sabía que su único propósito era probar carne Española.
Abrió la puerta del apartamento y la encontró en el suelo tirada. Al principio pensó que estaría durmiendo. Solía acabar así después de sus desenfrenos, luego se acercó y pudo percibir las circunstancias reales. En aquel momento solo fue capaz de pensar la poca imaginación que mostraba al elegir una forma tan patética de morir.

Suspiró.
-¿A caso he echo algo malo?-Se preguntó a si misma, en vano, pues ella sola no podía encontrar una respuesta con credibilidad.
Sus parpados empezaban a cerrarse por primera vez.
-Fíjate, una buena noticia.
Aún así engulló un par de somníferos y cogió una manta.
Se tiró en el sofá y encendió la vieja radio, le gustaba dormir con el zumbido del transistor.
Y al fin, cerró los ojos.

2 comentarios:

  1. Tiene muy buena pinta!!! seguire leyendo en cuanto pueda!!
    Un abrazo enorme! y te sigo!

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  2. wow !! :)) Que me encanta tu estilo Carmen, este texto es de los que más me han gustado en estos días... No sé cómo no tienes el triple de seguidores, en serio :)

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