martes, 25 de octubre de 2011

Relato III [parte 1/3]



Tabla etnica

Silencio. Ni un solo movimiento, solo la respiración calmada de Emilia y el ruido de un mundo exterior que parecía alejado de la realidad, y ni siquiera ella lo tomó en consideración. Le resultaba extraña la ausencia de sonido en una tienda como aquella, pero no dijo nada, por miedo a mostrar su ignorancia o contradecir al nuevo jefe. El jefe. Damian Santos. Un músico callejero de renombre, dotado de pensamiento incomprendido y cierto talento musical.
Había recibido a su nueva empleada con los brazos abiertos, hasta le ofreció uno de sus cigarrillos. Emilia supuso que de donde él venia aquello debía ser un gesto de cordialidad, así que lo aceptó y se lo guardó en el bolsillo con la escusa de empezar inmediatamente a trabajar.
Entró en la tienda. Y podría asegurar que nunca había visto tantas cosas extrañas y aparentemente inservibles en una sola habitación, reconoció algunos instrumentos, pero solo los que conocía por la profesión.
Era un espacio bastante amplio, y contenía todo tipo de fetiches para músicos. Todas las piezas estaban al descubierto, dispuestas a ser manoseadas por cualquiera que tuviera tiempo y ganas para hacerlo.
Santos condujo a Emilia hacia lo que parecía ser la trastienda.
-Y esto-empezó a decir-es la frontera entre los mundos. Este, es mi mundo-Señaló la puerta con efusividad- y este, es tu mundo-Esta vez señaló la moqueta verde del suelo- Yo me ocupo de lo que hay allí y tu te ocupas de lo que hay aquí. ¿Alguna pregunta?
Emilia sonrió.
-Si tu estas allí, y yo estoy aquí ¿Cómo te aviso si hay un cliente?
-Grita, punto. Por cierto, estas muy sexy de arlequín pero la próxima vez no hará falta que te maquilles así-Acercó disimuladamente un dedo a su pómulo, y efectivamente, allí estaba el maquillaje. Aquello le hizo pasar una momentánea vergüenza, hasta que Santos giró sobre sus talones y con un gesto la invitó a explorar la tienda.

***

La puerta se abrió. No vio nada reseñable, hombres jugando a las cartas, colillas y vasos de cerveza a medio terminar. Exploró la estancia sin que nadie pensara en impedírselo. Nada.
Se dejó caer sobre una de las sillas y suspiró, sacó todo el aire limpio de sus pulmones para dejar entrar el humo sucio del tabaco industrial, sin nicotina no sabia pensar. Allí había muchas cosas demasiado normales, pero entre todas ellas,  una boina de lunares rojos sobre la boca de una cerveza. Erik se acercó y la sopesó unos instantes, supo que ella también había estado allí y acarició la cerveza como una forma indirecta de rozar sus labios.

***

Santos agitaba los brazos extasiado, disfrutaba como un niño enseñando sus instrumentos, lo hacia con una mezcla de orgullo y recelo. En todas sus acciones parecía tan seguro y cercano, que Emilia supuso en el acto que él vivía para su tienda y su tienda para él.
Por ello se aseguraba de que cada una de sus piezas cayera en buenas manos, y esta vez la evidencia señaló a la nueva empleada.
Bien entrada la tarde Emilia ya conocía la mayoría de instrumentos que allí se exponían, en un momento especifico alguien llamó a Santos y este tuvo que desaparecer tras la trastienda, dejándola completamente sola.
Era una tarde de viento, pero los cristales blindados aislaban completamente la tienda. En el exterior el mundo era una pintura abstracta y aquella tienda era ese trazo situado en un lateral del lienzo que pedía a gritos una atención que solo los locos sabían proporcionarle.
Emilia tomó posición tras el mostrador y esperó. Pronto se acostumbró al olor de la madera y sus pies al tacto suave y abultado de la moqueta. Cogió prestado un libreto de Chief Times y empezó a ojear las partituras, a pesar de no saber ni haber sabido nunca nada de música.

2 comentarios:

  1. ¿ Una tienda de música ? Me pregunto que le deparará el futuro a Emilia... ^^
    Esperaré a la siguiente entrada :)

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  2. http://destripacuentodeprada.blogspot.com/
    Me ha encantado, la historia la lei hace timepo y hoy he vuelto a encontrar tuu blog, te sigo para que no te vuelvas a perder !

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