lunes, 15 de agosto de 2011

Relato II [parte 2/3]


Emilia levantó la mirada.
Suspiró al observar la botella vacía y con un gesto llamó al camarero que no pareció prestar demasiada atención.
Otros ojos entraron en su campo visual, una mujer la observaba desde la barra. Ella le sostuvo la mirada.
Cualquiera envidiaría aquella melena dorada y sedosa, aquellos pechos redondeados que pedían a gritos ser devorados por los dientes amarillentos de algún fumador compulsivo, sus piernas alargadas, sin imperfecciones y esos ojos verdes arropados con el más caro de los maquillajes.
La mujer se levantó y tomó asiento junto a Emilia.
Ninguna de las dos se decidía a romper aquel abismo helado que, como extrañas las separaba, pero, de otro modo no tenían nada más que hacer.
Quizá fue en aquel momento cuando se rompió el hechizo y nadie supo muy bien como reaccionar. En la sala pasó a reinar un silencio pesado del que solo ellas parecían darse cuenta, fue como si el mundo las hubiera dado la espalda, a las dos.
Entonces, alguien irrumpió en aquella atmosfera y el mundo volvió a su lugar.
-OH, ha caído del cielo un ángel y se ha posado justamente en este estercolero de mortales ¿Será el destino?-El misterioso personaje se arrodilló en el suelo y extendió los brazos esperando que le cayera del cielo inspiración suficiente como para soltar un par de frases mas y sentirse el Shakespeare del siglo XXI.
Misterioso no sería palabra para definir aquel individuo mas no entrañaba ningún misterio para nadie. Vestía como pudiera vestir un hombre de edad avanzada con férrea autoestima, hablaba como el más alto gañan existente y su porte regio hacia suponer que tenia cierta importancia en aquel mundillo de donde venia.
-Buenas tardes-Susurró Emilia en tono apagado.
Sin embargo no era ella quien captaba la atención, la mujer que se sentaba a su lado alzó la vista para encontrarse con unos ojos demasiado comunes.
-Me llamo Walter ¿Quieres ser mi tocinito de cielo?-Sus ojos rezumaban ilusión y destilaba un fuerte aroma a aftershave barato y colonia nenuco.
-No-Pero aquello no sería suficiente para detener al león, rey de la sabana. Él escondió sus michelines, tragó saliva y se dispuso a intentarlo de nuevo.
-¿Podría decirme su nombre?
-Beth.
-Esta bien Miss Beth, ¿Tendría usted por bien aceptar a este pobre desdichado que acaba de encontrar su diosa?
Tanto teatro satisfacía los sentidos de Emilia que observaba con curiosidad la posible reacción de su compañera.
-He dicho que no-De nuevo había perdido y podía resignarse y huir a esconderse debajo de un puente con la poca dignidad que le quedaba, sin embargo, no lo hizo.
Sacó una rosa marchita de uno de sus bolsillos y con un ademán clásico se la ofreció a Emilia.
-Una flor para otra flor aun mas bonita-Dijo Walter.
Y en ese momento fue cuando una bombillita se encendió en la cabeza de Miss Beth revelándole una de las posibles soluciones a su problema, y es que aun por su sencillez podría funcionar.
-¿Es que no escucha buen hombre?, si hace el favor de salir por esa puerta y abandonar esta absurda tarea- Finalmente, el león, herido en lo mas profundo de su orgullo, abandonó la presa sin oponer resistencia.
En el exterior el sol ya había alcanzado su zenit y contemplaba la tierra como un dios eterno y omnipotente burlándose de los pequeños piojos que habitaban el planeta y creíanse superiores, porque nadie, nadie estaba por encima de él.
Las calles empezaban a adquirir el flujo normal de gente que caminaba, con las manos llenas hacia algún lugar lejano, al menos, eso era lo que indicaban sus rostros brillantes a la luz del sol.
-Míralos-Comentó ella-Siempre con prisa, siempre llegando tarde a todas partes, corriendo todos juntos compitiendo como en una interminable maratón.
Emilia asintió con la mirada perdida tras el cristal.

2 comentarios:

  1. Ha estado genial, como todo lo que escribes ;) Espero la tercera parte de Miss Beth. Por fin entiendo por qué se llama así jaja ^^
    Besos con sueños hechos realidad.

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  2. :) Escribes de una manera abrumadora, me encantas.
    Momobesos de peluche.

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